ACTAS DEL XXIII CONGRESO NACIONAL DE
ARQUEOLOGÍA.
UN NUEVO ASENTAMIENTO AL AIRE LIBRE EN
EL «CERRO DE LA CUEVA DE LA PISTOLA», ALHAURÍN DE LA TORRE (MÁLAGA).
José Antonio Santamaría García,
Luis-Efrén Fernández Rodríguez,
Francisco José Rodríguez Vinceiro.
La comunicación que ahora presentamos
pretende dar a conocer un nuevo asentamiento al aire libre que viene a ampliar
el censo de asentamientos correspondientes a las postrimerías del Calcolítico
que circundan la Bahía de Málaga. Su descubrimiento fue casual y coincidió con el
desarrollo de la segunda fase de prospecciones superficiales encaminadas al
estudio de la arqueometalurgía prehistórica en el Bético de Málaga, proyecto
hoy reprogramado en función de los resultados obtenidos. Su aparición centró
nuestro interés por varios motivos, aunque fundamentalmente nos interesó su
emplazamiento en función de su capacidad por proximidad de control de recursos
y por su cronología y ambiente cultural, enmarcado durante las primeras fases
de desarrollo del horizonte campaniforme en este sector geográfico (Rodríguez y
otros,1992).
Nunca abundaremos lo bastante en la gran
fragmentación del mosaico geográfico provincial. En efecto, la complejidad de la
estructura geológica de esta zona de Málaga ha generado una tortuosa orografía
y un paisaje que transmite al espectador una notable impresión de compartimentación.
Los limites meridionales de las sierras del Subbético, la presencia de los
mantos maláguides del Bético que descienden directamente sobre la línea de costa
y la cuenca baja de la red hidrográfica que ordena el rio Guadalhorce, junto a
un litoral con escaso desarrollo de las planicies costeras, configuran un
espacio natural contrastado pero bien articulado desde la perspectiva del
poblamiento humano, en razón de las comunicaciones que posibilitan los cauces
abiertos por los principales colectores, el Guadalhorce y su principal
tributario el rio Campanillas.
El yacimiento denominado 'de la Cueva de
la Pistola' se encuentra situado en el término municipal de Alhaurín de la
Torre, dominando la zona más alejada de la margen derecha del rio Guadalhorce,
a caballo entre sus terrazas más antiguas y el piedemonte de la sierra de Cártama.
Litológicamente es el dominio de los mármoles que configuran
la sierra, recubiertos por mantos aluviales y coluviales de irregular
distribución, así como por ocasionales coladas de calizas travertínicas, en las
que de forma ocasional se abren pequeñas cavidades de disolución que albergan
materiales arqueológicos arrastrados hasta ellas por gravedad al amparo de las
múltiples fisuras de las calizas cuaternarias. El origen de estos travertinos
hay que buscarlo en el efecto de descarga de los acuíferos de la sierra,
evidentemente en momentos climáticos distintos y con un régimen hidrológico
mayor. Su cota, tanto absoluta como relativa es escasa, aunque su condición de balcón
sobre los terrenos de aluvión le confiere una amplia visibilidad sobre la cuenca
baja del río y, en consecuencia, sobre gran parte de la hoya de Málaga. Por otra
parte, su posición es privilegiada para el control frontal de la vía del rio
Campanillas, cuyo enlace con el Guadalhorce se produce en la vertical del
asentamiento.
El estado de conservación del yacimiento
resulta deplorable desde el punto de vista de la investigación, atravesado por
una carretera comarcal (MA-307), con laderas muy lavadas por la escorrentía que
ha permitido aflorar la roca madre en buena parte de su superficie, Por este
motivo, el material recuperado durante la prospección superficial evidencia una
fuerte exposición a los agentes erosivos, con elevados índices de rodamiento y
concreción que sólo se modifica en los escasos ejemplares que fueron protegidos
por las fisuras del travertino y que, recientemente han quedado expuestas. De cualquier
forma, pese alas notables alteraciones del terreno, motivadas por la proximidad
de la carretera y por el laboreo agrícola, todavía podemos intuir el
emplazamiento del yacimiento sobre la caída suavemente aterrazada de la mesa
travertínica, ajustándose a la curva de los 100 metros sobre el nivel del mar,
constituyendo un asentamiento de pequeño tamaño, ya que no supera las dos
hectáreas de superficie.
Una vez comprobada la existencia de
indicios de metalurgia de cobre en el perímetro del asentamiento, procedimos a
efectuar una prospección superficial intensiva con objeto de determinar en la
medida de lo posible la importancia de los trabajos metalúrgicos y su ámbito de
distribución en el yacimiento. Muy pronto pudimos comprobar que la acción
combinada de los agentes erosivos naturales y antrópicos habían arrasado los
sedimentos arqueológicos, por lo que los trabajos se convirtieron prácticamente
en un salvamento de urgencia de los escasos restos que aún podían observarse en
el terreno. A continuación haremos una sucinta exposición de los resultados obtenidos
durante la campaña de prospecciones.
LOS RESTOS MATERIALES
Desde el punto de vista de la arqueometalurgía
prehistórica los datos, aunque escasos, resultan muy significativos, pudiendo
observarse en superficie dos gotas residuo del proceso de fundición y un
elemento metálico subrectangular, bastante espeso, con 10 gramos de peso y que
muy bien puede interpretarse como un pequeño lingote, ante la complicada tarea
de adscribirlo a uno u otro tipo de elementos metálicos funcionales de los
hasta ahora son conocidos, aunque no puede descartarse su pertenencia a algún
tipo de pieza, que desde luego, estaría muy fragmentada o deformada.
OBJ. REFERENCIA. PESO METAL DIMENSIÓN
CONSERV.
Gota C.P.-1
2 Grs. Cu 0.8 x 0.6 x 0,4 Buena
Gota C.P.-2 17 Grs. Cu 0.9 x 0.8 x 0,6 Buena
Lingote(frag.)C.P.-3 10 Grs. Cu 2.4 x 1.5 x 0,6 Mala
Número de objetos metálicos 3 Peso
total 13,7 Grs.
Número de restos minerales 0 Peso
total
0 Grs.
En lo que se refiere a la industria
lítica, se han recuperado un número elevado de restos, hasta completar los 357
grs., de ellos, la mayor parte son desechos de talla o restos nucleares o
nodulares agotados y muy fragmentarios. Domina el sílex gris, patinado con una
fina película blanca. De forma residual aparecen sílex marrones y negros con
pátinas rojizas por oxidación que resultan también de gran calidad.
Esporádícamente se han reconocido diversas lascas nucleares en cuarcita roja de
gran consistencia En todos los casos la concreción es escasa y el rodamiento casi
nulo. En lo referente a los útiles, destaca la industria laminar, con retoques
de uso en los costados que figuran de manera
bastante irregular, pudiendo completarse con muescas retocadas, truncaduras o
escotaduras en extremo de las hojas y frentes de raspador clásico en las áreas
distales de las hojas de mayor tamaño. Básicamente el conjunto responde a lo
observado también en otros yacimientos de la zona en los que también se observa
el empleo ocasional de lascas de cuarcitas, sin duda para tareas bastante
específicas (El Castillejo, Almogía; Los Peñones,
Colmenar) (Rodríguez y otros, 1994).
En rocas con buenas condiciones de
abrasividad o susceptibles de ser sometidas a procesos de pulimentado, hemos
recuperado un amplio conjunto de piezas trabajadas, tanto para alisar como para
abrasionar superficies líticas o pieles (adobadores), los alisadores se ejecutan
sobre filitas y calizas alabeadas bien trabajadas, normalmente con morfología
oblonga. Los adobadores son de dolerita y de morfología subcircular. Entre lo
que son herramientas propiamente dichas destaca un filo de azuela monobiselada y
dos hachas martillo con evidentes señales de percusión. En todos los casos se
realizaron en diabasas de grano fino y verdoso, de gran dureza originarias del
Bético-maláguide. No es descabellado atribuir a algunas de estas piezas cierta
relación con trabajos terciaríos dentro del proceso metalúrgico,
tanto por su morfología y forma de utilización como por la presencia de piezas similares
en todos los yacimientos con laboreo del cobre bien documentado, Los Peñones de
Colmenar (Baldomero y otros, 1990), Cerro de la Peluca (Málaga) (Ferrer y
otros, 1987), El Castillejo de Almogía (Rodríguez y otros, 1993) y la Peña de
Los Enamorados de Antequera (Suárez y otros, 1991).
Como ya es tradicional en los
yacimientos de este momento, la cerámica es el hallazgo más frecuente, las fuertes
remociones y el potencial abrasivo de la erosión de ladera acarrea la presencia
de unos restos muy fragmentados, rodados y seriamente afectados por las
concreciones calcáreas motivadas por la química propia del suelo.
Pesas de telar: se encontró media pesa
rectangular con una sola perforación en uno de los extremos. La elaboración es
tosca, aunque fue cocida y la pasta se desgrasó con abundante calcita finamente
triturada que afloró a la superficie una vez alisada. Existen abundantes restos
de este tipo de pesas que M. Pellicer denominó de placa y que se encuentran con
una gran frecuencia en los niveles calcolíticos de la Cueva de Nerja, tanto con
una perforación en cada extremo como en nuestro ejemplar como con dos
perforaciones (Jordá y otros, 1986).
Se detectaron dos fragmentos amorfos en
cerámicas burdas, alisadas, soportando mamelones aplicados de base ovalada o
subcircular y cúspides cónicas, con dimensiones medias para el encaje de los
vasos en trípodes o elementos afines. Son los únicos elementos de sujeción recuperados.
Una parte importante de las piezas
obtenidas está constituida por objetos que habitualmente se relacionan con el
consumo de derivados por molturación de una producción cerealística que
suponemos en rápida emergencia. En efecto, el grupo tipológico de platos y
fuentes está bien representado. El inventario alcanza a cinco fragmentos que
con ligeros matices formales responden a la clásica forma de labios salientes,
engrosados por el interior y biselados en la faceta interna; ocasionalmente se
marcan al interior, exterior o en ambas caras. Técnicamente dominan las
superficies rojas o marrones, bien bruñidas en sus zonas internas, con
superficies externas ligeramente descuidadas. Las cocciones son generalmente
oxidantes y los desgrasantes muy frecuentes, de tamaño medio y con alternancia
de sílices y calcitas más o menos molturadas. En uno de los casos aparece un
lañado por barrenado en la zona superior del labio.
Curiosamente, uno de los grupos más
frecuentes es en nuestro conjunto de los más extraños, se trata de un sólo
ejemplar de olla de cuerpo globular, elemento de escaso tamaño (8 crn. de
diámetro), bien bruñido con pasta depurada, compacta y fuego reductor con
ligeros fogonazos. Tampoco son piezas muy abundantes los cacharros de paredes
verticales, con representantes también de escasas dimensiones y factura dispar.
Sólo se conoce un único ejemplar de
cazuelas semiesféricas de gran tamaño, presentando un tratamiento alisado y una
pasta que muestra gruesos desgrasantes y factura descuidada.
Los cuencos semiesféricos, de casquete
esférico y las escudillas constituyen el grupo más abundante del ajuar recuperado
(10 fragmentos significativos). Sus tamaños oscilan desde las piezas muy
reducidas hasta otras que podrían identificarse por tamaño y funcionalidad con
platos de perfil sencillo. Presentan unifomiidad en cuanto al tratamiento,
normalmente bruñido; en cuanto a las pastas son depuradas y compactas, con
desgrasantes finos, preparados, abundantes y generalmente de naturaleza calcárea.
En cambio, en lo que se refiere a las coloraciones de las superficies y a los
fuegos de cocción, se observa gran variabilidad. En el primer caso, las
tonalidades se reparten en la banda del gris al amarillo, con diversas
gradaciones de marnones y rojos, En el segundo caso, los fuegos reductores y
oxidantes, irregulares en muchos casos, se reparten al 50%.
Golletes: Un sólo caso, rojo, bruñido,
oxidante, con desgrasante de calcita molturada fina y triturada que da una
pasta compacta de gran calidad, su diámetro es de 10 cm. siendo su morfología
cilíndrica y abriéndose en su base en lo que debe ser un cuerpo globuloso. Se
han documentado numerosos paralelos para estas formas, sobre todo en Cerro
García (Marqués, 1986), El Castillejo (Rodríguez y otros, 1993), Aratispi
(Perdiguero, 1987), entre otros.
Gran interés por su valor cronológico y
para las precisiones culturales es el hallazgo de cerámicas decoradas. En todos
los casos (dos fragmentos amorfos), se identifican con piezas del estilo
campaniforme marítimo clásico, a base de motivos impresos en bandas paralelas
separadas por áreas de reserva libres de decoración. En un caso se ha
conservado la impresión rellena de pasta blanca. Los fuegos son oxidantes, las
superficies amarillas y bien bruñidas con desgrasantes finos y calizos, se
trata por tanto de cerámicas bien elaboradas en relación
a las demás, circunstancia que nos hace intuir un posible origen externo para
estas piezas, opinión que ya ha sido frecuentemente vertida entorno a los
campaniformes más antiguos aparecidos en los ambientes geográficos de directa
influencia del área que aquí estudiamos. El tipo de pastas, el tratamiento de las superficies y las cocciones
son semejantes a las descubiertas en otros poblados de similar cronología, este
dato, convenientemente corroborado con las analíticas especificas podría fijar
un origen alóctono de estas cerámicas, al menos para los momentos de su
introducción.
El volumen total de material cerámico
sin forma, fondos, galbos etc. se estima en 5,300 Kgr. de material.
MARCO ECONÓMICO
El potencial económico del asentamiento
debe ser de gran interés. Por el momento sólo podemos intuir su importante
acercamiento a los recursos pecuarios propiciados por la cercana presencia del
piedemonte de la sierra, y la proximidad a la vega baja del Guadalhorce. La presencia
de un caudal de agua constante tan cercana seguramente permitió un proceso de
cultivos escalonado con un tránsito gradual del regadío al secano similar al
que se observa en la actualidad, aunque, evidentemente de menor intensidad. Es
interesante relacionar los estudios paleogeográficos que afectan a la
desembocadura del rio (Aubet, 1986). Estos estudios, aunque realizados para momentos
protohistóricos resultan comparativamente interesantes ya que fijan la
desembocadura relativamente cerca de nuestro asentamiento, dato que redunda en
la potencial explotación de recursos marinos, explotación que se comprueba en
asentamientos coetáneos del interior (Los Peñones, Colmenar y El Castillejo,
Almogía -en este último caso con evidencias estratigráficas-) con la recogida y consumo
de coquina (Donax s.p.).
No obstante, el proyecto que posibilitó
su estudio se centra en el análisis del potencial minerometalúrgico de la zona.
Si bien los terrenos sobre los que se emplaza no son los apropiados como
depósitos de minerales cupríferos, si están relativamente cerca de los
metalotectos de los mantos maláguides, con los que se relaciona tanto por cercanía
como por contacto visual directo.
Aunque importante para evaluar el uso
potencial que de los recursos minero-metalúrgicos cercanos hizo el
asentamiento, reduciremos aqui a un breve apunte el análisis mineralógico del
metalotecto más cercano, el Bético de Málaga, pues éste se encuentra expuesto
con suficiente amplitud en otras publicaciones (Fernández y otros, 1993 y en
prensa; Rodríguez y otros, 1991, 1992 y en prensa; Rodríguez y Femández, en
prensa).
La región de los Montes de Málaga, que
coincide con lo que geológicamente Blumenthal definió como Bético de Málaga, es
una zona montañosa situada en la proximidad inmediata de la costa mediterránea
y entre los ríos Guadalhorce y Vélez, centrada entorno a la ciudad de Málaga, y
que estructuralmente forma parte de las zonas internas de las Cordilleras
Béticas, en concreto del Complejo Maláguide, que aunque se localiza en otros ámbitos
geográficos (Vélez-Rubio, Almeria; Huétor- Santillán, Granada) adquiere aquí su
máximo desarrollo.
Existen dentro del Complejo Maláguide
multitud de indicios correspondientes a metalizaciones de cobre con paragénesis
de calcopirita, malaquita y azurita principalmente, de carácter filoniano y diseminado,
en general de escasa potencia y extensión pero que afloran con cierta persistencia
a lo largo de los terrenos pertenecientes a esta unidad y que en algunas zonas
puntuales pueden alcanzar el rango de yacimientos. Sobre ellos se realizó en
época prehistórica una labor extractiva de pequeño rango pero suficiente para
cubrir las necesidades locales que tenemos atestiguada a través de diversas
explotaciones mineras.
El papel concreto que jugó este
asentamiento dentro del patrón económico que podemos diseñar en función de la
actividad metalúrgica está aún por dilucidar. No obstante, por su situación,
podríamos considerar que, a pesar de no haber encontrado eu la prospección
restos minerales en bruto o parcialmente reducidos en el perímetro del asentamiento,
las actividades metalúrgicas se abordaron desde estrategias de explotación
directa del medio, y no mediante mecanismos de suministro indirecto, más
propios de zonas deficitarias en estos recursos. Del análisis de la relación
posible, a través de vías de comunicación naturales, entre este poblado y los
diversos afloramientos minerales y minas documentados en su cercanía se
desprende, como posibilidad que habrá que contrastar mediante análisis de
isótopos de plomo, la misma conclusión. Efectivamente, el Cerro de la Cueva de
la Pistola domina el tramo inferior del Guadalhorce en el punto en que a éste
vierte sus aguas su tributario el Arroyo del Valle, constituyendo una vía de
penetración rápida y cómoda hacia los afloramientos mencionados. Sin embargo,
no se observa una decidida influencia de este recurso a la hora de elegir la
ubicación del asentamiento, más volcado hacia el aprovechamiento de recurso
agropecuarios, quizá porque sus limitadas necesidades permitían un
abastecimiento no continuado.
Relacionados con este sistema de
explotación disponemos de dos yacimientos que combinan en su perímetro la
presencia de un asentamiento y un punto de explotación minero dedicado ala
extracción de carbonatos para su posterior reducción. Se trata de los
establecimientos del Cerro de La Peluca y de la Colina de los Asperones. En
ambos casos, el poblamiento se vincula a los limites entre las tierras bajas de
la vega y las estribaciones maláguides, Esta circunstancia les ha facilitado el
acceso, presumiblemente fortuito a fuentes para la extracción de mineral de
gran interés.
El Cerro de La Peluca está sobradamente
estudiado, comprendiendo un asentamiento que culturalmente abarca las fases
iniciales y medias de la edad del Bronce, con un complejo sistema de necrópolis
en cistas que circunda su área de directa explotación económica (lo que también
afecta a los puntos de extracción minera).
Las características de la mineralización
se definen por un ambiente de areniscas del permotrias con intrusiones de cuarzo
sedimentario y morfología de impregnación, siendo las paragénesis del cuarzo
presentes malaquita, azurita y terrorita de una ley alta. Es destacable la
facilidad de acceso a la mena, dada la naturaleza del soporte encajante
(Rodríguez y otros, 1994).
La extracción de mineral responde a un
procedimiento que podemos considerar como antiguo. No poseemos trazas de
utilización de procedimientos barrenados de elaboración. Los trabajos se
iniciaron con un corte frontal siguiendo los avenamientos cuarzosos a los que
se liga la mineralización que recorren las fisuras de la arenisca encajante.
La distancia entre este posible punto de
aprovisionamiento y el Cerro de la Cueva de La Pistola es de 8 Km. en linea
recta, con franco contacto visual y el único impedimento de localizar un punto
en el que el Guadalhorce sea cómodamente vadeable.
Colina de Los Asperones. Más proximidad física y, presumiblemente cronocultural debió existir respecto al asentamiento y
zona minera de Los Asperones.
En no pocas ocasiones este yacimiento
aparece identificado como cueva, pero la realidad es que se trata de un asentamiento
al aire libre, emplazado sobre una pequeña
elevación del terreno rematada por una
corona calcárea carente de actividad kárstica. Su ubicación responde a una estrategia
clara de control de recursos agropecuarios, en el limite justo entre los depósitos
aluviales horizontales y las últimas estribaciones de los montes. A esto hay
que añadir la presencia en las cercanías de potentes mineralizaciones que
incluyen baritina y cobre (en forma de carbonatos, concretamente malaquita). La
baritina fue objeto de explotación intensiva en la zona durante las dos primeras
décadas de este siglo, lo que ha contribuido también a enmascarar la morfología
del poblado. En el poblado se encuentran restos de platos de labio engrosado
por ambas caras o una de ellas, hachas y azuelas, sílex y algunos restos de
malaquita en bruto.
En vista de que el punto exacto de
ubicación del asentamiento se sitúa sobre las formaciones carbonatadas que coronan
el Maláguide y no constituyen metalotecto idó-
neo, podemos pensar que fueron
transportados de forma intencional desde alguno de los muchos afloramientos que
se sitúan entorno al hábitat calcolítico en un radio inferior a un kilómetro.
La distancia entre este poblado y el que
en este texto nos interesa se reduce ahora a los 5 Km. lineales que, en este
caso, también son reales ya que sólo les separa la zona de vega carente de
relieves, circunstancia que también contribuye a la existencia de un contacto
visual directo. Este asentamiento se encuentra mucho más emparentado con el
Cerro de la Cueva de la Pistola, tanto en dimensiones como en cultura material
y patrón de asentamiento. Todo ello hace factible la existencia de una relación
entre ambos que, de forma preliminar, parece innegable.
INTERPRETACIONES CULTURALES
El horizonte que se define por la presencia de cerámicas
campaniformes que, en primera instancia pertenecerán al estilo decorativo que
se viene definiendo como «marítimo››, responde a los estímulos e influjos que
discurren en sentido noroeste-sureste, circulando por las vías que facilita la
red hidrográfica del Guadalquivir, hasta alcanzar las tierras orientales del
Mediodía Andaluz, Este fenómeno inicialmente centrado en el ámbito de la desembocadura
del Tajo no seria anterior al 2.000 BC., debiendo ser la cronología de estos
materiales en el ámbito malagueño algo más baja, aunque tampoco pensamos que
mucho más en vista de las cronologías absolutas obtenidas en yacimientos de áreas
circundantes (Arribas y otros, 1 986).
Las primeras campañas de nuestro
proyecto de investigación demostraron que muy probablemente existió en el
«hinterland›› malagueño una relación entre la adopción de estos tipos cerámicos
y la generalización del uso de técnicas metalúrgicas en el seno de los propios asentamientos
que, lógicamente, se encuentran muy cerca o a distancia relativamente accesible
de los metalotectos que sirven de base a esta actividad (Femández y otros, 1991
Suárez y otros, 1991; Rodríguez y otros, 1994).
Todo indica, ante la información que aquí
damos a conocer que el proceso documentado en el interior también reproduce
esquemas de desarrollo similares en las zonas donde la franja litoral se
ensancha, sea de forma natural o forzada por la presencia de algún colector importante
(Guadalhorce~Hoya de Málaga). En lo sucesivo será necesario revisar
determinadas zonas como la cuenca baja del Guadalhorce que, quizás debido a la
proximidad de la capital provincial se han prospectado de una forma muy
dirigida y ocasionalmente dejando grandes espacios físicos y culturales.
De cualquiera de las maneras, sólo
estaremos en disposición de acercamos a la realidad de este poblamiento a
medida que estos datos recogidos en prospecciones superficiales, en su mayor
parte, se vean contrastadas con series estratigráficas obtenidas mediante excavaciones
sistemáticas realizadas con la precisión necesaria. Por el momento, sólo
disponemos de sondeos puntuales en yacimientos muy determinados (Castillejo de
Almogía) (Rodríguez, 1994). Sus resultados, aunque importantes por su condición
de primeros, aún esperan la contrastación que les otorgue plena validez en relación
a estratigrafías de ambientes y momentos cronológicos y culturales similares.
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